Oh, Carnaval

Puede febrero inquietarse en el deseo
de una saliva que arde si se contiene,
de unas manos que de fuego
nos arrastren al instante alegre
en que la música se desprende
de ritmo, forma y coherencia.

Al momento en que a nadie importe
que el absurdo se instale en los corazones
ayunos, sudorosos e impacientes;
en que los dedos se enreden con cabellos,
los cuerpos se confundan y entremezclen
y unos labios al chocar sean prodigio;
la revelación de un secreto anhelo,
del futuro disfrazado como un sueño.

Y si también es arduo el amor a veces,
hagamos que el licor nos encienda,
que allane el camino a los placeres
y dejemos irnos por un momento
entre purpurina y risa y alboroto.

Que para sufrir ya habrá tiempo.
Que todos sabemos la máscara del otro.